Cuando entramos a formar parte de una organización, nunca vamos completamente “puros”. Aunque sea en nuestro primer empleo, entramos en ella con nuestros valores. Los valores son los principios éticos que nos permiten orientar nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de otro. Nos proporcionan una pauta para formular metas y propósitos, personales o colectivos. Reflejan nuestros intereses, sentimientos y convicciones más importantes, es decir son una serie de principios éticos y morales asumidos y adquiridos en etapas anteriores a nuestra entrada en el mundo laboral y que deseamos ver de alguna forma reflejada en la organización.
Al llegar a una organización con valores ya definidos, de manera implícita asumimos aceptarlos y ponerlos en práctica. Es lo que los demás miembros de la organización esperan de nosotros. En una organización los valores son el marco del comportamiento que deben tener sus integrantes, y dependen de la naturaleza de la organización (su razón de ser); del propósito para el cual fue creada (sus objetivos); y de su proyección en el futuro (su visión). Para ello, deberían inspirar las actitudes y acciones necesarias para lograr sus objetivos. Es decir, los valores organizacionales se deben reflejar especialmente en los detalles de lo que hace diariamente la mayoría de los integrantes de la organización, más que en sus enunciados generales.
La asunción de los valores organizacionales puede no ser una tarea sencilla. Valores como “formación”, por ejemplo pueden entenderse de diferente manera en el nivel personal y en el organizacional. Si el empleado entiende que el “valor formación individual” es fundamental para su vida personal, va a convertirse en un importantísimo aliado del Departamento de Formación en la empresa, promoviendo nuevas acciones hasta un límite: aquel que choque con el “valor formación organizacional”. La organización no va a permitir que en sus Planes de Formación aparezca el concepto de “idioma indostaní” a no ser que se estudie un desarrollo de la empresa por esas latitudes.
Si, por el contrario, el “valor formación individual” es poco o nada importante para el empleado, el Departamento de Formación tendrá que gastar mucha energía para vender adecuadamente la formación organizacional, e incluso obligarle a asistir a las sesiones presenciales o e-learning, con el desgaste que supone para ambas partes.
No lo olvidemos.
- Los valores organizacionales se asumen, nunca se imponen.
- La organización debe velar por la adecuación de los valores personales a los organizacionales.
- Los valores personales y organizacionales pueden ser distintos.
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