“Se nos pide demasiado”, me decía un Mando Intermedio de una empresa farmacéutica. “Hay que ser economista, abogado, psicólogo, sociólogo, ser un buen líder en diferentes circunstancias, resolver conflictos, ser creativo, saber comunicar, motivar, crear equipo, supervisar y controlar,…¡es mucho para mí, que no tengo estudios superiores!”.
Quizás no le falte razón y pidamos demasiado a los mandos de nuestras empresas. Con unos colaboradores cada vez más preparados que demandan asertivamente sus derechos y con una presión a veces excesiva por estamentos superiores que demandan resultados y soluciones a corto plazo.
Quizás sea porque esas exigencias sean más fieles a un ya viejo modelo de management. Este modelo se fundamenta en un tipo de líder “supermán”, accesible y distante, amigo y controlador, defensor y fiscal,… todo ellos a la vez y en la medida adecuada, empujando a su equipo hacia la obtención de objetivos.
Mucho ha cambiado la forma de gestión empresarial y sobre todo en los últimos años. El líder ya no empuja, sino que va el primero, como los suboficiales en las batallas. El líder ya no es el que pide esfuerzos y apoyos a sus colaboradores estableciendo medidores de rendimiento y eficacia sofisticados. El líder ahora es el que da conocimientos, el que busca soluciones comunes a problemas comunes, el que ayuda a la consecución de objetivos, el que entrena y faculta a su equipo y a cada uno de sus miembros para que sean mejores en lo que simplemente son buenos.
Por supuesto que este cambio no es sencillo, ni para las organizaciones ni para las personas que tienen que responder a estas nuevas demandas. Este rechazo al cambio era el que me expresaba el Mando citado al principio del artículo.
Si partimos de que el nuevo Mando, Jefe o Responsable es el que tiene que “dar”, los esfuerzos formativos para este colectivo debieran centrarse en enseñar nuevos hábitos y habilidades. Por supuesto que tiene que saber trabajar con un cuadro de mando y analizar las desviaciones, pero sobre todo (y cada vez más), tiene que saber trabajar con personas, formándolas y entrenándolas a su vez para que sean más autónomos, más ellos mismos, intentando disminuir sus defectos e incrementar sus virtudes, menos dependientes, en definitiva, de su figura todopoderosa y prepotente.
Este es el modelo del coach, del nuevo Mando, Jefe o Responsable. Una persona con conocimientos y suficiente preparación como para penetrar en los hábitos y rutinas de trabajo de cada uno de los componentes de su equipo para que haciendo lo que cada uno mejor sepa hacer, o redistribuyendo funciones y tareas, haga del mismo una máquina bien engrasada para el logro de sus objetivos.
¿Difícil? No. Mejor decir “motivante”
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