El Plan de Formación y la cultura del esfuerzo

Por el octubre 5, 2015

Uno, que ya tiene muchas canas y que al que le está costando entrar en la era de la digitalización, tiene, quiero decir, tengo, la inmensa suerte de tener un hijo de veinte años que me hace ver la realidad y poner los pies es en suelo.

Uno, es decir, yo, que viene de la cultura del esfuerzo, del principio de que para conseguir algo importante tiene que trabajárselo mucho y sufrir, y estudiar, me encuentro que gracias a Wikipedia y a los miles de enlaces que pueden encontrarse en la red se me resuelven muchas de las dudas que pueda tener en mi vida profesional o en mi vida privada.

Para conocer la filmografía completa de Paul Newman me basta con dar a un botón de busca en el ordenador, a la misma distancia de conocer la pirámide de Maslow, su pensamiento, su historia y las críticas a la que dio lugar su teoría.

Un Plan de Formación, muy focalizado en la adquisición de conocimientos teóricos puede ser muy útil como cultura general y poder fardar ante los amigos, pero si ese plan no es aplicable directamente a los puestos de trabajo de la organización, corremos el riesgo de que se quede en agua de borrajas.

Viene también a colación las críticas, desde los cómodos círculos de confort que hay en las empresas, hacia esos becarios que no se esfuerzan como los de antes, lo vagos que son, lo rápido que quieren ascender… ¡Qué bien se nos da criticar a los demás y no practicar la autocrítica! Quizás esos becarios nos estén diciendo que nuestra organización se está quedando obsoleta.

Los Planes de Formación son herramientas que utilizan las empresas para diferenciarse unas de otras, para ganar competitividad en un entorno cada vez más competitivo

Y el ROI que se espera obtener se mide en euros, no en conocimientos. Esa cultura del esfuerzo de la que hablaba antes, hemos de ponerla todos los que nos dedicamos a la formación, al servicio del pragmatismo, aunque sé que esta palabra puede resultar dura.

-> 70-20-10 es la realidad y lo que nos pide el mundo empresarial actual

El otro día hablaba con mi hijo sobre cómo sería la empresa ideal en la que trabajar, y me dio una clave que yo no había tenido en cuenta. Me dijo “una que me acompañara en mi desarrollo, que me dejara equivocarme y que confiase en mi”. ¿Tenemos realmente en cuenta el acompañar en el desarrollo personal cuando pensamos y repensamos el plan de formación del año?, ¿formamos para que nuestros empleados puedan equivocarse y no sentirse culpables?, ¿formamos en valores tan importantes como la confianza en las personas?

 

Modelo 70 20 10

 

Ese es el pragmatismo al que me refería antes. Es la ya muy vieja idea de la “empresa como lugar de aprendizaje y desarrollo”, muchas veces escrita, pero no siempre llevada a la práctica. Es la “cultura del esfuerzo” bien orientada. Es la que hace que en nuestras empresas trabajen personas que se sientan realmente importantes porque cada día aprenden algo nuevo y saben más.

Es la “diferenciación en la competitividad”. Personas formadas y útiles para organizaciones maduras que aprenden también algo todos los días.

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